Valparaíso, 40 aniversario de la muerte de Neruda
La colorida ciudad que amaba Pablo Neruda aguarda al viajero con sus innumerables funiculares y con sus cerros de zinc.
“¡Escaleras!
Ninguna ciudad las derramó,
las desojó en su historia, en su rostro,
las aventó y las reunió, como Valparaíso.
Ningún rostro de ciudad tuvo por los que van y vienen
las vidas, como si estuviera siempre subiendo al cielo,
como si siempre estuvieran bajando a la creación”.
Pablo Neruda escribía estos versos en ‘El vagabundo de Valparaíso’. El premio Nobel de Literatura amaba tanto esta ciudad, el centro cultural de Chile, que se construyó su tercera casa, La Sebastiana, en lo alto de uno de sus 40 cerros. Llamó así a su hogar en honor de Sebastián Collados, un «poeta de la construcción». Neruda pasaba las Nocheviejas en La Sebastiana junto a su mujer Matilde. Tras el golpe de estado de Pinochet, la casa fue saqueada. Hoy, bien restaurada, guarda parte de las colecciones del escritor, dos talleres literarios y un taller de fabricación de vidrieras. Hace pocos días se cumplieron 40 años de la muerte del literato. Aún no se sabe si murió de cáncer o fue asesinado por los esbirros de Augusto Pinochet. Sin embargo, todo sigue igual en su amado Valparaíso. Los destartalados ascensores, los pacíficos quiltros (perros callejeros) y las magníficas puestas de sol inundan la magnífica Perla del Pacífico.
A los pies de sus empinados cerros, compuestos por casas de colores chapadas en zinc, descansa el puerto más emblemático del país, donde se mantienen a flote los buques de guerra más importantes de la nación, junto a los pequeños botes de pesca que dan paseos marítimos a los turistas. Las laberínticas escaleras hacen de Valparaíso un lugar fotogénico sin parangón donde hay que desplazarse a pie. Por los cerros Alegre y Concepción, declarados Patrimonio de la Humanidad en 2002, pasean los turistas y los bohemios chilenos. Es interesante fijarse en la cantidad de porteños que desempeñan oficios antiguos: el bodeguero, el ascensorista, el fabricante de empanadas, el crinero, el arregla zapatos, el bodeguero, el anticuario o el conductor de trolebuses son solo algunas. Valparaíso cuenta con la flota de trolebuses en funcionamiento más antigua del mundo. Por algo más de 30 céntimos de euro podrás recorrer la parte baja de la ciudad en un medio de transporte ecológico, silencioso y muy peculiar. Y no olvides ir a comer al Mercado del Puerto o a Caleta Portales a comprar el mejor pescado del Océano Pacífico.
Los funiculares
Los ascensores de Valparaíso, en verdad funiculares, fueron el medio de transporte por excelencia durante años. Se construyeron entre 1883 y 1917 para unir a la gente que vivía en los distintos cerros. Aunque en 1900 había 30, hoy sólo funcionan cinco, 16 de los cuales han sido declarados Monumentos Históricos Nacionales. Algunos de los más conocidos son Artillería, Barón, Cordillera y Polanco.
Los murales
Valparaíso es un anfiteatro natural, un laberinto de escaleras de colores, donde las pinturas en las paredes tienen una reconocida importancia. Entre todos los muralistas destaca uno, Pajarito, el pintor oficial del ayuntamiento de la ciudad. Para él, «Valparaíso es inspiradora. Nadie se puede resistir a los encantos de un lugar así. Siempre hay algo que te inspira. Acá nació la pintura en los muros chilena”.
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