El mapa del tesoro portugués: más allá de Lisboa
El país vecino nos ofrece enormes posibilidades para adentrarnos en un turismo costero, de naturaleza y gastronómico, que se adapta perfectamente a los gustos de cada viajero.

Portugal es ese territorio con el que compartimos frontera pero que, en ocasiones, y a pesar de su cercanía, sigue siendo un completo desconocido más allá de la preciosa capital, Lisboa, y de alguna otra ciudad del norte como Oporto. Los alrededores de Lisboa, comprendidos en la región del mismo nombre, cuentan también con auténticas joyas que merecen ser visitadas.
A tan sólo 40 kilómetros de la capital se encuentra el Palacio Nacional de Mafra, recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad y uno de los monumentos más importantes del barroco portugués. El tamaño de la construcción -40.000 metros cuadrados de palacio en piedra caliza y ármol- impone.
Habrá que tener cuidado de no perderse en sus largos pasillos y majestuosas habitaciones, así como en la biblioteca, cuyas estancias albergan casi 36.000 volúmenes.
EN LA CRESTA DE LA OLA
Ericeira, localidad ubicada a 10 minutos de Mafra, es el vivo reflejo de que el mar en Portugal no es únicamente útil -turísticamente hablando- en la temporada estival, y demuestra por qué este país es un destino perfecto para cualquier época del año.

Declarada Reserva Mundial de Surf por la organización Save The Waves Coalition -es la única de Europa-, Ericeira permite a los amantes de la aventura adentrarse en el mar en un entorno de extraordinaria riqueza marina y medioambiental. Para comer en la zona, el restaurante Ribeira D’Ihlas, a pie de costa y decorado con motivos surferos, logra mantener la conexión con este deporte mientras se disfruta de la deliciosa gastronomía portuguesa.
La intensidad del mar queda también reflejada en los detalles de las fachadas de las casas, componiendo un entorno blanco y azul que nos aguarda en un agradable paseo. Ericeira no defrauda.
Bordeando la costa portuguesa en dirección a Lisboa nos esperan más sorpresas. Una de ellas es asomarse al lugar “donde termina la tierra y empieza el mar”: el Cabo da Roca, que es el punto más occidental de la Europa continental, un acantilado en el que nos encontraremos cara a
cara con la inmensidad del salvaje océano Atlántico.

Finalmente, y a escasa media hora de Lisboa, se emplaza el municipio de Oeiras. Aquí podremos degustar un producto con siete siglos de historia: el vino de Carcavelos, producido por el Ayuntamiento de Oeiras, con la particularidad de que es el único consistorio del país que produce un vino propio. También debemos visitar el Palacio do Marqués do Pombal, desprovisto de mobiliario, pero muy rico en artes decorativas y con unos inmensos jardines.
A la hora de recorrer esta zona, una opción perfecta para alojarse es el hotel Occidental Lisboa.
Su ubicación permite cómodos desplazamientos por los alrededores de la ciudad o, si se prefiere, disfrutar de las joyas de la capital, entre ellas la bonita Praça do Comércio y la oferta cultural del Lisboa Story Centre, que es toda una experiencia sensorial para zambullirse a fondo en la historia portuguesa.

AVENTURA EN MEDIO DEL ATLÁNTICO
Tras disfrutar de unos días en esta preciosa región, gracias a TAP Airlines Portugal y su programa Stopover, es posible volar a Madeira -con escala gratuita en Lisboa de entre uno y cinco días- desde 150 euros ida y vuelta.
Madeira, debido a su complejo y abrupto relieve (hay más de 150 túneles y puentes en la isla, y casi 2.000 metros de diferencia separan el punto más alto del nivel del mar) ofrece unas posibilidades turísticas que se adecúan a toda clase de viajeros, desde los espíritus más aventureros hasta aquellos que buscan un destino apartado para desconectar y relajarse.
Esta es tierra de miradores, como el Cabo Girão, con su suelo acristalado a 580 metros de altitud, que ofrece unas vistas vertiginosas no aptas para los más aprensivos. Otro mirador que merece la pena visitar es la Ponta de São Lourenço, el extremo más oriental de Madeira, desde donde podremos distinguir con perfecta claridad el resto de islas del archipiélago.
Madeira es una isla para recorrer de norte a sur y de este a oeste; sin embargo, su orografía dificulta la tarea de conducir y el acceso a determinados emplazamientos.
Para llegar hasta las levadas del norte y recorrer sus senderos puede alquilarse un todoterreno con Mountain Expedition, que nos permitirá disfrutar del ascenso a las zonas más altas.
Las aguas que rodean Madeira son hogar de ballenas, delfines y cachalotes. Gracias a los paseos marítimos que ofrece Rota dos Cetáceos, podremos avistarlos y, con un poco de suerte, nadar junto a ellos mientras disfrutamos de una perspectiva diferente de la isla.

Una buena opción de hospedaje para acabar el día es el hotel Allegro Madeira en Funchal, la capital, que mantiene el espíritu de explorador empedernido de esta hermosa isla.
La experiencia de conocer Madeira se encuentra, inevitablemente, ligada al disfrute de su gastronomía, elaborada con productos regionales de altísima calidad que satisfarán a los paladares más curiosos.
Desde el imprescindible bolo do caco, el pan tradicional de la isla, cocinado aún hoy en piedra, hasta el pez espada, capturado en las propias costas madeirenses. Destacan también las frutas tropicales, como el maracuyá, que protagonizan platos principales, postres o bebidas, o el milho frito que, a pesar de su simplicidad, encaja a la perfección como acompañamiento de cualquier variedad de carne o pescado que elijamos.
El restaurante Fajã dos Padres es una opción perfecta para disfrutar de estos y muchos más sabores exóticos con vistas al mar.

Al lugar únicamente se puede acceder de una manera poco común: en un teleférico que permitirá al viajero recorrer en unos minutos los enormes acantilados que dominan la cara sur de la isla. Si finalizada la comida nos apetece un trago, no podemos dejar escapar la oportunidad de probar la emblemática poncha, una bebida tradicional elaborada con aguardiente, azúcar y zumo de limón con la que tendremos que tener cuidado si no queremos emborracharnos.
Un sitio especial para probarla es A Mercadora, emporio situado en pleno casco histórico de Funchal. El paseo por el centro de esta ciudad, entre calles laberínticas y puertas decoradas por artistas locales, es obligado, así como la visita al Mercado dos Lavradores para mezclarse y mimetizarse con los colores, olores y sabores locales. Si se es amante de los atardeceres, a tan sólo media hora de la capital, en Ponta do Sol, se puede concluir el día con uno de los más espectaculares de toda la isla.
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